El sábado pasado fue deriva corta.
Se escribe corta y surge la duda.
¿Se miden en metros las distancias?
Las derivas deberían medirse por contrastes.
Medimos los paisajes por minutos.
Minutos fotográficos.
Y evaluamos los contrastes.
Fue en Valls. Una vez más lo cercano, se hace "exótico".
Punto de salida entre casas y retículas.
De barrios construídos con la emergencia de crecer.
Se cruza un puente, se ve lo que eran huertos y fábricas.
Se imaginan posibilidades.
Aquí si existen. En Barcelona se agotaron.
Entramos en el centro. El protocolario.
Café y edificios con etiquetas de bonito.
Y tiendas de anteayer vacías.
Luego las casas baratas.
Las que siempre nos vienen a buscar.
La igualdad hecha diferencia.
Azulejos, marcos y barbacoas para diferenciar.
Esta, es mi casa.
Y el río abajo. Unas escaleras entre cañizales. Y un gato.
Abajo. El rio seco, la curva, la casa el puente, el tren.
Etiquetas de periferia.
Una curva y la casa con la yegua, el cerdo, la cabra, el tecno.
Y el hormigón de pegamento. También ladra un perro. Faltaría más.
Y en la curva aparece la casa mágica.
Aviones de hojalata y coches con reactor.
No podemos entrar. Volveremos.
Más rio. Y mierda. De la bonita.
De coleccionar e imaginar.
Las casas más arriba.
El rio cada vez más abajo.
Escalamos.
Almendros en flor.
Propiedad privada y dirección no correcta.
Rio y cloaca de hormigón.
Escalada y arriba con pánico adjunto.
Saltar la valla. Urbanismo de nuevo.
Volver. Pasando por el cementerio, el tren, la señora de domingo.
Aventuras de lo cotidiano.
Derivas necesarias.
Clara Nubiola